Lácteos: Ángeles o Demonios (tú decides!)

Desde el cálido vaso de leche antes de dormir hasta el queso en un plato de charcutería, los lácteos han sido durante mucho tiempo compañeros de nuestra vida diaria. Pero, ¿qué sucede cuando este confort culinario se convierte en un desafío para nuestra salud? Con cada sorbo y cada bocado, los lácteos pueden revelarse como una fuente de bienestar o de malestar. Es hora de desentrañar este misterio

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Intolerancia a la Lactosa: Un Enigma Común

La intolerancia a la lactosa es quizás la razón más conocida por la que los lácteos causan malestar. Este trastorno ocurre cuando el cuerpo no produce suficiente lactasa, la enzima necesaria para descomponer la lactosa, el azúcar presente en la leche. Sin esta enzima la lactosa no se digiere correctamente y fermenta en el intestino, provocando síntomas como hinchazón, gases, calambres abdominales y diarrea.

Este tipo de intolerancia puede ser más común con la edad, especialmente en ciertas poblaciones. Además, factores como infecciones intestinales, enfermedades inflamatorias o condiciones que dañan la mucosa intestinal pueden agravar la situación. A diferencia de una alergia, la intolerancia a la lactosa no implica una respuesta inmunológica, sino un problema digestivo.

Algunos productos, especialmente aquellos etiquetados como «extra protein,» contienen cantidades significativas de caseína, lo que podría ser contraproducente para quienes tienen sensibilidad a esta proteína

Alergia a la Proteína de la Leche, El Papel de la Caseína

Otra causa de malestar es la alergia a la proteína de la leche, más específicamente a la caseína o al suero.  La caseína, que representa alrededor del 80% de las proteínas totales de la leche de vaca, es conocida por su digestión lenta, lo que puede ser beneficioso para algunas personas, como los atletas. Sin embargo, en cantidades elevadas, puede contribuir a la inflamación intestinal crónica. A diferencia de la intolerancia, esta condición implica una reacción del sistema inmunológico, cuyos síntomas pueden ser más severos e incluir desde problemas digestivos hasta reacciones cutáneas y respiratorias. Y aunque es más común en niños, algunos adultos también pueden experimentarla. Esta inflamación puede reducir la absorción de nutrientes y aumentar la permeabilidad intestinal, exacerbando los síntomas en individuos con sensibilidad digestiva.

Es importante tener en cuenta que algunos productos, especialmente aquellos etiquetados como «extra protein,» contienen cantidades significativas de caseína, lo que podría ser contraproducente para quienes tienen sensibilidad a esta proteína. Alternativas como la leche de cabra o burra, que tienen un menor contenido de caseína, pueden ser entonces buenas opciones, más digeribles y menos inflamatorias.

Sensibilidad General a los Lácteos

Más allá de la intolerancia y la alergia, algunas personas pueden tener una sensibilidad general a los lácteos. Esta sensibilidad, aunque es mucho menos frecuente, puede manifestarse sin una causa específica de intolerancia o alergia y suele estar relacionada con una reacción a algún componente de los lácteos que causa malestar gastrointestinal.

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Opciones para Personas con Intolerancia o Sensibilidad

Para quienes experimentan malestar con los lácteos, la buena noticias es que en la actualidad existen diversas estrategias para manejar o mitigar los síntomas:

  1. Suplementos de Lactasa: Estos pueden ayudar a descomponer la lactosa. En palabras simples podríamos decir que «destruyen» la lactosa en glucosa y galactosa y con ello facilitan la digestión de los productos lácteos. Sin embargo, su uso debe ser supervisado por un médico, ya que el exceso podría afectar los niveles de azúcar en sangre y, con el tiempo, experimentar un aumento en el peso corporal.
  2. Leche de Cabra, Leche de Burra: Aunque menos conocidas y con un mayor precio, estas leches contiene menos lactosa y poseen una composición de grasa más fácil de digerir, por lo que se convierte en una excelente alternativa. Además su aporte de calcio es muy importante, un factor a tener en cuenta.
  3. Leches «Alternativas»: Las leches sin lactosa son opciones populares y muchas veces pudieran ser suficientes para una tolerancia adecuada. Las de origen vegetal, como la de almendra o soja, son opciones más nuevas, aunque debemos recordar que no se consideran un «leche» propiamente tal, independiente del color blanquecino.
  4. Productos Lácteos Fermentados: Yogures y quesos curados tienen niveles más bajos de lactosa debido al proceso de fermentación, por lo que son excelentes opciones. Ejemplos de quesos con bajo contenido de lactosa son el parmesano, suizo, feta, de cabra y manchego.

Más Allá de los Lácteos: Una Visión Holística

Si bien el malestar que causan los lácteos puede ser bastante molesto, estos pudieran ser una expresión de problemas digestivos más amplios. La inflamación crónica del intestino, la falta de probióticos naturales (producto de escasa o nula lactancia materna o por el uso de antibióticos) y una dieta pobre en fibra pueden contribuir al malestar. Por ello, adoptar una dieta equilibrada, rica en fibra y probióticos, y manejar adecuadamente el consumo de lácteos puede ser clave para mejorar la salud digestiva.

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Consulta Médica: Un Paso Fundamental

Antes de realizar cambios significativos en la dieta, es crucial consultar a un profesional de la salud. Un médico dedicado a este tema puede realizar un diagnóstico adecuado, descartando condiciones como intolerancia, alergias, o problemas de permeabilidad intestinal, y así ofrecerte orientación personalizada para manejar o superar el malestar asociado con los lácteos.

En conclusión, aunque los lácteos son una fuente valiosa de nutrientes, no son adecuados para todos. Por lo tanto, identificar la causa subyacente del malestar y adoptar medidas apropiadas serán un paso fundamental para mejorar significativamente tu calidad de vida.

Dra. Sara Mir
Dra. Sara Mir
Cirujano Oncólogo, directora médica del centro The Spa (www.the-spa.cl). Diploma de Medicina Intensiva y Antienvejecimiento. Sus áreas de interés son dermatooncología, medicina antienvejecimiento e inmunonutrición.
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