“No puedo ir a entrenar porque tengo un dolor que no se me va.”
Alguna vez hemos escuchado a un amigo o conocido que tiene un dolor persistente y que poco a poco comienza a quedarse más estático, con menos actividad, hasta que se vuelve completamente sedentario.
Solo el dolor agudo tiene una función protectora. Nos ayuda a evitar un daño, nos avisa que alguna parte de nuestro aparato locomotor está sufriendo y podría dañarse o bien ayuda a la curación de una lesión ya existente. Pero ese dolor es de un comienzo conocido, lo asociamos a alguna actividad o caída, lo recordamos cuando se manifestó y lo podemos precisar claramente.
El dolor crónico es distinto. Ya no recordamos cuando comenzó. Olvidamos que lo puede haber originado. De hecho, nos acompaña por largo tiempo y solo nos causa limitaciones. Dejamos de participar con nuestros familiares y amigos, nos quedamos más en casa y evitamos una serie de labores que antes hacíamos con agrado.
“Muchas veces se manifiesta con una serie de otros síntomas, tales como trastornos del sueño, fatiga, rigidez y alteraciones en la salud psicológica. La mayoría de los pacientes con dolor crónico son sedentarios y tienen una baja condición física, lo que puede agravarse por el dolor. Así, existe una limitación de sus actividades cotidianas y termina afectando su calidad de vida.” nos comenta Juan Pablo Ulzurrún, kinesiólogo y osteópata en Kinelab.
El ejercicio físico puede y debe realizarse, incluso en pacientes con patologías crónicas, tales como osteoartritis y artritis reumatoide, ya que se benefician de este tratamiento
Juan Pablo Ulzurrún, kinesiólogo y osteópata
El ejercicio físico se considera la principal estrategia no farmacológica en el tratamiento del dolor crónico
Resulta paradojal que debamos realizar ejercicio físico cuando tenemos dolor. “Lo primero que debes tener en cuenta es que éste debe ser guiado. Solo acompañado por un especialista se logrará tener un efecto beneficioso y saldrás del círculo vicioso que involucra tener dolor crónico” señala el Dr. Eduardo Oyarse, cirujano plástico y magister antienvejecimiento.
Estudios han demostrado que el ejercicio reduce el dolor de muchas maneras. “A nivel cerebral y medular se liberan analgésicos naturales para detener las señales del dolor. En la misma línea, músculos y sistema inmune también colaboran en bloquear señales perjudiciales, lo que ayuda a sanar el tejido lastimado” complemente Ulzurrún.
Cómo comenzar?
Una vez que ya has encontrado alguien que te pueda guiar y estimular a salir del sedentarismo, siempre es bueno establecer un plan. No importa que en el camino lo cambies. La idea es comenzar y trazar objetivos.
Es útil hacer una lista de las actividades que te gustaría hacer o podrías hacer mejor si estuvieras más fuerte y en forma.
Luego anota tus metas. Lo que quieres conseguir y como podría el ejercicio ayudarte. Es bueno poder tener un punto de inicio para comparar y valorar los avances, aunque sean pequeños.
Un tercer paso es comprometerse a seguir una rutina. Compartir ésto con amigos o familiares ayudará a mantenerse fiel al objetivo. Si alguien puede acompañarte, aún mejor. Así será no solo una rutina de ejercicio, sino que se convertirá en una actividad social.
Qué dice la evidencia científica?
Cuando seguimos todos los pasos antes mencionados, y somos bien asesorados, está demostrado que hay mejorías eficaces en el alivio del dolor. Además mejorará la calidad del sueño, habrán beneficios a nivel psicológico (mejoría del estado de ánimo y mayor autovalencia, lo que contribuirá a una reducción de la ansiedad y la depresión). Dentro del contexto físico se logrará una mayor capacidad cardiovascular, muscular y un aumento en la flexibilidad y amplitud de movimientos.
Todo lo anterior se traduce en una sola frase: calidad de vida.
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Por lo tanto, no hay duda que el ejercicio físico puede y debe realizarse, incluso en pacientes con patologías crónicas, tales como osteoartritis y artritis reumatoide, ya que se benefician de este tratamiento, añade Ulzurrún.
Si al comienzo aumenta un poco el dolor, es normal. Salir de la inactividad puede ser molesto. Pero poco a poco, con una actividad regular, éste disminuirá y se logrará realizar las actividades deseadas. Quizás haya que bajar la intensidad, pero ésto no es un retroceso. Es solo una adaptación. Puede que haya que ir más lento, pero incluso si las sesiones son menos intensas o más cortas, es un avance que se debe valorar.
Una actividad guiada, acompañada y planificada puede darnos más alegrías de las que podríamos pensar. Te animas?
*** Con la colaboración del Kinesiólogo y Osteópata Juan Pablo Ulzurrún (www.kinelab.cl)