Del Berrinche a la Enfermedad

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Todos hemos vivido la experiencia de observar a un niño haciendo un berrinche o pataleta en la calle y, aunque algunos lo observan como algo divertido o como una anécdota, los padres del niño lo experimentan con dificultad o incluso con vergüenza, pues no suelen estar preparados para lidiar con el descontrol de sus hijos.

El concepto clave para la vida en sociedad es el Control, más precisamente el auto-control, que básicamente permite que exista la sociedad (y con ella todas las comodidades y garantías de las que disfrutamos desde que nuestros ancestros dejaron de vivir en los bosques). Es así que a través de nuestra vida nos vemos obligados a educarnos, o dicho de una manera más cruda, siendo «animales racionales» debemos domesticarnos para vivir en sociedad.

La necesidad de adaptarse a la vida en sociedad se impondrá al individuo, a pesar de que consiste en un esfuerzo tremendo

Aprender a controlar nuestro cuerpo

En el camino del control de nuestros impulsos básicos, para poder vivir con otras personas, el primer límite que se nos impone (y que nos diferencia de otros mamíferos) es el controlar nuestros esfínteres. En palabras prácticas es dejar de usar pañales, dejar de mojar la cama, y resistir nuestras necesidades naturales hasta poder usar un baño.
A nadie en su sano juicio se le ocurriría cuestionar esta regla de convivencia, sin embargo, imaginen lo exigente que resulta esta exigencia para un niño pequeño que, hasta entonces, disfrutaba de la libertad de relajarse y hacer sus necesidades espontáneamente.

Como postulaba Freud, ésto marca un antes y un después en la vida, y por ello constituye una etapa fundamental en el desarrollo del individuo, pues una vez que somos capaces de controlar nuestro cuerpo a voluntad, hemos logrado dar el primer paso hacia la madurez.

La clave para vivir en sociedad

Posteriormente se nos obligará a aprender a caminar. Otro tormento para el infante que, hasta entonces, disfrutaba de gatear y ser transportado en brazos, igual que un gatito o un perrito. Sin embargo, una vez más, la necesidad de adaptarse a la vida en sociedad se impondrá al individuo, a pesar de que consiste en un esfuerzo tremendo: imaginen de pronto tener que desarrollar la musculatura y la capacidad de equilibrarse en 2 pies. Si el niño fuera capaz de protestar y argumentar no sería fácil convencerlo de que tal esfuerzo vale la pena (a muchos adultos cuesta convencerlos de ir al gimnasio).

Como si todo esto fuera poco, aún quedan por delante otras exigencias y limitaciones que se impondrán al niño en su camino hacia el desarrollo: se le obligará a aprender a hablar (lo que constituye un enorme triunfo de la humanidad), y a abandonar la comodidad del hogar para asistir a la escuela o parvulario. No es de extrañar que el primer día de escuela se caracterice por llantos y ansiedad. Sin embargo, la recompensa es compartir con otros niños y dar su primer paso hacia la vida en sociedad.

Este es el proceso ideal de socialización de un individuo que, según cómo se lleve a cabo, podrá nutrir al niño con actitudes y aptitudes que lo conviertan en un buen ciudadano: básicamente una persona de bien que sea capaz de controlar sus impulsos y vivir en sociedad.

Pero cuando este proceso falla y no se ponen límites, no se controlan los berrinches y se malcría al niño, se genera desadaptación y enfermedad mental, dando como resultado un adulto caprichoso y demandante, que pierde el control fácilmente cuando la realidad no cumple con sus deseos.

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Cuando estos individuos malcriados constituyen una minoría, se trata de sujetos condenados a tener conductas que les traerán infelicidad y sufrimiento.

Cuando estos individuos son mayoría, se transgreden normas básicas, la permisividad reinante genera más descontrol y la sociedad entera corre peligro. Así es como caen imperios y culturas.

Psic. Felipe Oyarse
Psic. Felipe Oyarse
Psicólogo clínico, magister en Psicoanálisis Junguiano. Sus áreas de interés son Trastornos de Ansiedad, Depresión, Estrés, Trastornos Alimenticios y Desarrollo Personal. Contáctalo en: felipe.oyarse@gmail.com
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